Todas las mañanas Ana se levantaba, desayunaba un buen tazón de Cola Cao con cereales, se recogía su largo pelo rubio en dos coletas y salía a patinar durante al menos una hora, luego volvía a casa a ducharse para irse a trabajar en la empresa de Publicidad que fundó su padre, cuando salía del trabajo Ana siempre tenía planes, iba a cenar, a bailar, de copas, al cine... el caso era no estarse quieta.
Una noche Ana conoció a Nacho (eso fue hace quince años) y desde ese día siempre estuvieron juntos pero Ana ya no era la misma, ya no hacía todas esas cosas que solía hacer, a Nacho no le gustaba demasiado salir de casa.
Muchos días Ana llegaba con planes - Nacho, he pensado que este fin de semana podemos ir a hacer una ruta con piraguas pero la cara de Nacho lo decía todo, se quedaba serio y mirando a Ana empezaba a resoplar, cerraba los ojos, se tocaba la frente y seguidamente decía lo que Ana ya suponía – Mejor lo dejamos para otro día, ¿vale cariño?
La frase favorita de Nacho era: mejor lo dejamos para otro día; a Ana le daba rabia no hacer cosas – Nacho, somos muy jóvenes y parecemos unos setas siempre haciendo lo mismo, sin viajar, sin correr ningún tipo de riesgo, se nos va a pasar la vida sentados en un sofá. A lo que Nacho siempre contestaba que tenían toda la vida por delante, que ya harían todas esas cosas; ahora el trabajo le agotaba y quería descansar.
Un 14 de agosto para la celebración de los quince años de relación que llevaban juntos, Nacho consiguió unas entradas para un concierto de Hombres G que justo actuaban ese día; Ana llevaba años deseando ir a uno de sus conciertos pero su novio siempre decía que en otro momento, Nacho quedó con Ana a las siete de la tarde en casa, le dijo que fuera puntual (ella no sabía donde iban a ir) se pensaba que Nacho le habría organizado alguna cena romántica.
Nacho estaba en el sofá impaciente, deseaba que su novia entrara por la puerta para enseñarle las entradas y ver la cara que se le quedaba – No se lo va a creer se decía a sí mismo; entonces sonó el timbre de la puerta, Nacho se levantó del sofá – Ya se ha olvidado las llaves pensó; abrió la puerta con una gran sonrisa pero esta desapareció en cuanto Nacho vio que detrás de la puerta no se encontraba Ana sino una pareja de la guardia civil.
Pasados cinco minutos la puerta se cerró detrás de Nacho, sus ojos estaban rojos y las lágrimas empezaron a aflorar de ellos como si de un manantial se tratase, se hizo un ovillo en el suelo abrazando las entradas, Ana nunca iba a poder ir a ese concierto de Hombres G que tantos años llevaba esperando, Ana nunca iba a volver.
viernes, 9 de mayo de 2008
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